El
invierno te hizo pensar que esta piel fría necesitaba un cuerpo que la
protegiese. Me declaro culpable porque es cierto que anhelaba tocar el tuyo,
besar tus labios sin temor, olvidar las adversidades. Al igual me siento
culpable porque te he hecho venir en sueños a expensas de que no podré ni debo
enamorarme de ti.
Anoche la luna besó el cuadro que pintaste imaginando mis
curvas bajo el camisón. Deseabas lapidar mi soledad con tus labios de cartón,
quería romperlos con mi pasión, el tiempo sorteaba minutos concedidos. Este
antro es nuestro secreto para hablarnos con la mirada. El pasillo es una lengua
enferma que nuestros zapatos recorren sigilosos y traviesos.
Inventé una primavera
que colgase en mi cuello para que siempre pudieses oler mi perfume aun estando
lejos. Permití que tus manos acariciasen mis hombros, espalda, senos. Sabias
calmar mi temperamento con tu alegría y paciencia. Deseabas hacerme el amor
entre papeles tatuados de poesía.
Solía
imaginarte asomado en el umbral y lanzarme a ti sin prejuicios. No entendías el
por qué me escabullía cuando había una
oportunidad de tomarme entre tus brazos. Me pides vivir, ¿Acaso no estoy viva
cuando encuentro tu sonrisa? ¿Acaso no soy feliz cuando concedes una libertad
consentida? ¿Acaso no soy feliz cuando nos rozamos, burlando el fuego que se
disipa al desearnos prohibidamente? ¿Qué me dices cuando decido buscarte?
Te
esperé doce horas, doce segundos, doce minutos, dedicaba mi vida a esperarte en
doce. Pero aquella mañana viendo que te ibas, todo se redujo a un miserable
cero, sin agujas, avisos, el tintineo
puntual. Desvestí la carne de mis muslos, mis piernas acostumbraron a rozarse y herirse con las
tuyas. Disfrutaba de ese veneno que dejábamos capítulo a capítulo, y por el que
jugábamos torturándolo. Placer y peligro, nuestros fieles esclavos.
Hoy
enmarco nuestra historia en un pergamino escondido. Sé que ocurra lo que ocurra
estarás ahí, cuidando de mi e imaginando una vida que podríamos haber tenido,
tal vez en un pasado o en una próxima reencarnación. Las dudas son un cúmulo de
acertijos que no logramos descifrar, pero nos gusta acontecer sin precisar
respuestas. Una nube de leche flota entre el café, esta distancia prohíbe que
nuestros labios alcancen lo deseado. Debemos cuidarnos, hay lobos disfrazados. Temes
que huya cuando el atardecer pinta esta habitación de ocre y vea como tus ojos
son circunferencias encendidas sobre mis pechos. No huiré para alejarte de mi
vida, lo haré para no destruir la tuya.